¿Has pensado alguna vez en todas esas noches sin dormir?
Todas esas noches vacías, mirando fijamente el techo de tu habitación a oscuras.
Todas esas veces en que, con la mente en mil mundos menos en este, te preguntas:
¿Dónde estará?
¿Cómo será?
¿Cuándo llegará?
Y así, tu mente empieza a divagar entre las mil y un escenas posibles, los escenarios en los que, sin previo aviso, descubrirás a esa persona que tendrá el poder de arrebatarte una sonrisa en solo segundos.
La persona que te acompañará en tu travesía.
La que te hará latir el corazón tan fuerte como el aleteo de las alas de un colibrí.
La que podría disfrutar contigo del mas mínimo roce. Del encuentro más sencillo y fugaz.
Con la que no tendrías miedo de mostrarte como eres. Alegres o dispersos. Sin maquillaje, con lágrimas en los ojos y ojeras de cansancio de los días.
La que podría darte el abrazo más puro y sincero que te ayudaría a recuperarte cuando la vida te golpea y te rompe en pedazos… La única con la que puedes ser tú en tu máxima expresión, con toda tu plenitud. Sin mentiras, sin sombras, sin matices.
Incluso aunque a veces puedas ser la persona más aburrida del planeta.
O la de los peores chistes.
O la de las “bromas” con cara de inocencia cargadas de verdades ocultas.
Te imaginas también los momentos difíciles. Porque si, debes aceptarlo, existen y deben saber cómo superarlos y enfrentarlos juntos para salir adelante. Y si, existirán momentos en los cuales se harán daño el uno al otro. Donde dirán cosas que probablemente se sentirán totalmente arrepentidos después. Puede incluso que eso los destruya, los rompa y los separe. Porque es cierto, el amor como todo es un ciclo.
A veces crece y continua.
A veces muere y se transforma.
A veces simplemente, deja de ser.
Pero…También puede ser que trabajen juntos para seguir adelante. Para construir y no destruirse. Para alimentarse el espíritu. Para saber reconocer los errores y darse espacio para crecer, para vivir, para ser. A veces es difícil de entender, pero el agobio, la inseguridad y el acecho solo llevan a la destrucción.
Por eso mas allá de seguir imaginando, deberíamos también prepararnos. Prepararnos para poder darle al otro todo lo que se merece cuando llegue. Para sanar y dejar que cicatricen las heridas del pasado. Para soltar, perdonar y poder entregarnos por completo, vivos, abiertos, sin ningún velo que nos cubra ni ningún muro que derribar.
Para empezar a imaginarnos también ese otro amor: el que encontramos de repente y nos ilumina. Nos alivia, nos calma, nos llena de vida.
Pero contrario a lo que piensas, este no es un amor que conseguimos en alguien más, sino aquel que nos espera muy dentro en nuestro interior. En nosotros mismos. El amor que sentimos hacia nosotros, que nos da la energía necesaria para vivir cada día y ser mas, mucho más.
¿Nunca te imaginas algo así en tus noches vacías cierto? Tu, siendo el defensor de tu propio amor, tu vida, tu dignidad. Siendo el dueño de tu tiempo, que irradia e ilumina a otros, que no espera el amor de su vida porque sabe que ya lo encontró: eres tu mismo (a).
Seguro que si piensas en eso y lo practicas, todo seguirá su curso. Quizás dejaras de esperar y entenderás que no se trata de que llegue alguien para darte su amor.
Se trata de abrir tus brazos a alguien para compartir su amor con el tuyo.
“Amemos cuando estemos listos, no cuando estemos solos”
Walter Riso
Preciosa y acertada entrada. Me ha encantado leerte 🙂 Un saludito.
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Gracias a ti por pasarte por mi ladito del mundo!
Qué alegría que te haya gustado!
Saludos! 😄
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